12/2/08

EL HACEDOR DEL BIEN


Era de noche y estuvo Él solo. Y vio desde lejos las murallas de una vasta ciudad y se acercó a ella.

Y cuando estuvo muy cerca oyó el jadeo del placer, la risa de la alegría y el sonido penetrante de numerosos laúdes. Y llamó, y uno de los guardianes de las puertas le abrió.

Y contempló una casa construida con mármol y que tenía unas bellas columnatas de igual materia en su fachada, y sus columnatas estaban cubiertas de guirnaldas y dentro y fuera habla antorchas de cedro.

Y Él penetró en la casa.

Y cuando hubo atravesado el vestíbulo de calcedonia y el de jaspe y llegó a la gran sala del festín, vio acostado sobre un lecho de púrpura a un joven con los cabellos coronados de rosas rojas y con los labios rojos de vino.

Y se acercó a él, le tocó en el hombro, y le dijo:

-¿Por qué haces esta vida?

Y el joven se volvió y reconociéndole contestó:

-Era yo leproso y tú me curaste. ¿Cómo iba yo a hacer otra vida?

Y algo más lejos vio una mujer con la cara pintada, y el traje de colores llamativos, y cuyos pies estaban calzados de perlas. Y detrás de ella caminaba un hombre, con el paso lento de un cazador y llevando un manto de dos colores. Y la faz de la mujer era bella como la de un ídolo y los ojos del joven centelleaban cargados de deseo.

Y Él le siguió rápidamente. Y tocándole en una mano, le dijo:

-¿Por qué sigues a esa mujer y la miras de esa manera?

Y el joven se volvió, y, reconociéndole, respondió:

-Era yo ciego y me devolviste la vista. ¿Cómo iba yo a mirarla de otra manera?

Y Él corrió hacia adelante, y tocando el vestido de colores chillones de la mujer, dijo:

-Ese camino que sigues es el del pecado, ¿por qué lo sigues?

Y la mujer se volvió y le reconoció. Y le dijo riendo:

-Me perdonaste todos mis pecados y este camino que sigo es agradable.

Entonces Él sintió su corazón lleno de tristeza y abandonó la ciudad.

Y cuando salía de ella, vio por fin, sentado al borde de los fosos de la ciudad, a un joven que lloraba.

Y se acercó a él, y tocándole los rizos de sus cabellos, le dijo:

-¿Por qué lloras?

Y el joven alzó los ojos para mirarle, y reconociéndole, respondió:

-Estaba yo muerto y me resucitaste. ¿Qué iba yo a hacer más que llorar?

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